Por Diego García: Puertas al campo
Nos encontramos en el siglo XXI y es innegable que la tecnología forma parte de nuestras vidas.
En las partituras no va a ser menos. Todos los que llevamos años tocando un instrumento tenemos una biblioteca de partituras (originales) pintarrajeadas, arrugadas o rotas, y recordamos la primera vez que compramos una partitura nueva, su tacto, su olor y la preocupación de cómo meterla en la mochila sin que se arrugase. Cuando toco (supongo que nos pasará a muchos), el echo de tener una partitura palpable es algo que me gusta mucho, ya que la estudias, haces tus anotaciones, sabes en que parte del papel se encuentra cada nota y a la hora de un concierto te acompaña, no se como decirlo pero te identificas con ella. Por el contrario una partitura digital es mucho más cómoda, la puedes llevar donde quieras, anotas y borras fácilmente pero no me preguntes por qué no es lo mismo, es algo más frío, tengo que estar pendiente de que el dispositivo no se apague o atasque en el peor momento y me atrevería a decir que me da una sensación de inseguridad por si algo se pierde, aunque lo tenga guardado todo en la nube.
Desde hace años es obvio que el papel está pasando a un segundo plano. Es muy fácil y económico buscar una partitura por internet ya sea para mi o para mis alumnos, pero ¿Cómo son esas partituras? A día de hoy, nos hemos acostumbrado a que las partituras sean digitales y gratis pero no nos fijamos en la calidad con tal de poder leer las notas. El problema viene cuando ni siquiera las notas están bien, no se leen correctamente o los pasos de página son un desastre. El acostumbrarte a tener una partitura en condiciones con su prólogo y bien editada te puede ayudar mucho a la hora de estudiar, para eso las buenas editoriales se gastan el dinero.
Nadie se plantea ahora mismo leer un libro sin índice o prólogo, con la letra borrosa, faltas de ortografía o con palabras sin sentido ¿Verdad? Al final tenemos que comprar un libro, ya sea físico o digital, y nos da gusto leerlo. En música no pasa esto y creo que parte de la culpa la tienen las editoriales que están tardando mucho en dar el paso y mucha culpa la tenemos nosotros mismos que no nos inculcamos a nosotros y a nuestros alumnos en tener partituras de calidad. Parece que cualquier cosa vale y no puede ser.
Algunas editoriales como Henle tienen sus aplicaciones para leer y editar sus partituras pero en general creo que hay todavía mucho miedo al pirateo y el resto no están dando ese salto tan esperado. Evidentemente y aunque no me guste, el encanto de ir a una tienda para buscar entre cientos de partituras y encontrar algo que nos llame la atención, se irá acabando.
Soy el primero que esta estudiando y comprando partituras online pero espero que todos colaboremos con esta situación y las editoriales se pongan las pilas y nos den facilidad, al igual que si compráramos un libro, porque no se le pueden poner puertas al campo.