La noción de significado en la música es compleja, ya que no es posible definirlo sin entrar en discusiones estéticas. Una posible definición es el conjunto de emociones, imaginaciones, conductas corporales, sentimientos, efectos de comunicación y obras que construimos con la música. Cuando un discurso musical produce cualquiera de los elementos anteriores sin que sean un mero reflejo, podremos decir que funciona como un signo de comunicación.
Una de las orientaciones dentro del estudio de la música es la Semiótica musical cognitiva. El objetivo es estudiar los complejos procesos de significación musical con los instrumentos desarrollados por las ciencias cognitivas, integradas por las orientaciones cognitivas de la lingüística, la psicología, antropología, neurociencias, la filosofía de la mente y la inteligencia artificial. Esta semiótica musical, se basa en el estudio de la mente musical, tratándola a través de una serie de procesos cognitivos como la memoria, la percepción, la imaginación o el movimiento (López, 2007).
Son frecuentes los estudios experimentales llevados a cabo por la European Society for the Cognitive Study of Music con los que sustentar este tipo de orientación semiótica, unido a la gran cantidad de programas y experimentos surgidos en Europa, Norte América, México y Argentina. Entre los diversos investigadores de esta variante semiótica se encuentran, Leonard Meyer, John Sloboda, Mario Baroni, Henkjan Honing o Peter Todd.
El poder terapéutico de la Música
Dentro de las terapias no farmacológicas la musicoterapia es una terapia que hasta hace aproximadamente 10 años no se había estandarizado en nuestro País. Como su propio nombre indica el elemento fundamental de esta terapia es la música, que se convierte en el medio para tratar al paciente.
La música en si misma posee unas características intrínsecas que le dan la capacidad de influir en el comportamiento y la movilidad del ser humano a nivel fisiológico, cognitivo, emocional, social y espiritual. Por este motivo es muy importante el papel del musicoterapeuta, quien tiene que seleccionar la música adecuada para cada persona y situación, además de los objetivos que se quieren trabajar.
La musicoterapia actúa en dos niveles, uno preventivo y otro terapéutico. El preventivo, en el caso que nos ocupa tiene la misión de retrasar en la medida de lo posible el deterioro de una persona o potenciar su bienestar y funcionalidad. Por otra parte el nivel terapéutico intenta incidir sobre aspectos que limitan el funcionamiento de la persona como el comportamiento (Betés de Toro, 2000).
Por ello hoy en día la musicoterapia constituye una disciplina independiente dentro del área de la salud. Estudios como los realizados en Japón por H. Fukui, A. Arai, y K. Toyoshima demuestran que la música incide sobre ciertas hormonas y protegen el cerebro de la neurotoxicidad. Nicholas R, Simmons-Stern, Andrew E, Budsona y Ally Brandon, demostraron como mediante la música se puede conseguir que los pacientes de esta enfermedad reduzcan su empeoramiento a nivel cognitivo, en campos como el habla y la comunicación. En Islandia un estudio realizados por H. B. Svansdottir and J. Snaedal demostró como la aplicación de musicoterapia puede incidir en el estado anímico del enfermo, reduciendo síntomas como las alucinaciones, agresividad, paranoias y otro síntomas psicológicos a través de la escucha de canciones conocidas de cada paciente.
Vayamos a la práctica
En este aspecto, los instrumentistas podemos jugar un papel fundamental. Sin duda, tocar un instrumento en directo no tiene punto de comparación con una grabación y debemos ser conscientes de ello.
«Jugar» con las dinámicas, los sonidos o la articulación, puede suponer un gran cambio en la percepción de las personas que nos escuchan. Podríamos tratar nuestra manera de tocar como una sesión de musicoterapia, en la cual poder transmitir nuestros sentimientos o sensaciones a través de una obra, modificando nuestro sonido para intentar producir un cambio en el estado anímico de las personas que se encuentren a nuestro alrededor.
Evidentemente es muy subjetivo, pero si lo pensamos detenidamente, ¿Y si nuestro objetivo no fuera tocar obras por tocar sino, interpretar una obra para producir un estado de animo en el oyente?